La vida llegó a los panteones




Por: Leticia Jiménez Muñoz

Desde muy temprano, de este martes 2 de noviembre, los fieles a sus difuntos caminaron con escoba, cubeta y flores en manos, rumbo a la última morada de sus seres queridos para darle una manita de gata. Así la vida llegó al panteón municipal de Tuxtla Gutiérrez.

Con el transcurrir de las horas, el triste aspecto de las tumbas dio paso al colorido y la limpieza. Las velas y el incienso se encendieron, mismos guardan significado de limpieza de la energía, aunque es bien sabido que las velas iluminan el camino de los fieles difuntos que bajarán por las ofrendas que les han sido colocadas.

Dios te salve María llena eres de gracia… rezaron los visitantes frente a la lapida, una vez que todo quedó listo, después a sentarse alrededor con la familia platicaban y recordaron viejos tiempos, en tanto degustaban de tamales, carnitas asadas, pues hubo quien hasta con el anafre cargó para guisar ahí y desayunarse un taco.

En el camposanto la música puso su granito de arena y ambiento el lugar, en algunas lapidas o mausoleos tarareaban las canciones favoritas que sus difuntos solían escuchar. Incluso algunos de los familiares se echaron el palomazo junto con los músicos o al son de la grabadora, y convivieron felices.

Monseñor Rogelio Cabrera López, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, tras su arribo a la capilla del Panteón Municipal, antes de oficiar la misa, señaló en entrevista que la fiesta a los fieles difuntos es una fiesta de cariño y de amor hacia la familia. La iglesia católica celebra la resurrección de Jesucristo, aclarando que la muerte no se celebra sino “la vida en Cristo nuestro señor”.


El “Día de Muertos” es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Estos días se conmemora el regreso de los seres queridos a la Tierra. Una tradición que no ha muerto y contra las influencias del halloween norteamericano, en Chiapas, aún persisten el montar altares en los hogares con la foto del difunto así como visitar la tumba donde yacen sus restos y llevarles flores y ofrendas

Sin embargo, aún cuando la costumbre es muy arraigada, cientos de tumbas no corrieron con la suerte de ser visitadas, este fue un día más en que lucieron descoloridas, sucias, y hay quienes el paso de los años las han deteriorado. Hubo quienes se apiadaron y exclamaron: ¡pobre, está abandonado! y aunque sea un ramito de cempasúchil le colocaron. Incluso algunas están a la venta al mejor postor, la crisis o la necesidad, quizás, lo cierto es que en contraste con las coloridas tumbas éstas son ahora las olvidadas.



Fue así, que este día en el panteón capitalino se notó una gran afluencia, para el medio día, los pasillos eran intransitables, mucha gente entraba y salía, la marimba amenizaba en la entrada principal sobre la cuarta avenida. Afuera las vendimia fue todo un éxito, las flores que vendían en la entrada se agotaron, las vendedoras corrían por más pero no se dieron abasto, pese a que mucha de la gente consiguió sus flores en los mercados un día antes a un mejor precio, no faltaron quienes dejaron la compra para la última hora y al doble del precio. Sobre la cuarta el pasó a los vehículos estuvo cerrado, para que los visitantes transitaran sin peligro, ahí fueron colocados los puestos de ventas de comida, dulces, bebidas y hasta juegos mecánicos para los visitantes.


“Así tras haber recorrido y dando saltos entre tumba y tumba, con la pena de haber pisado uno que otra lapida -dado que el espacio es reducido cada vez más-, salimos -del camposanto los reporter@s- un poco acalorad@s por lo que no dudamos en bebernos el tradicional pozol de cacao y finalmente dar por terminada la jornada de este día”.

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